[b]CAPÍTULO 2 El Eje[/b]
[spoiler]Caminábamos entre el bullicio de La Ciudad, a nuestro paso observábamos como algunos seguían con sus labores diarias mientras que otros se paraban a curiosear los espectros que revoloteaban sobre nuestras cabezas. No quedaba ni rastro de la pobreza, hambruna y enfermedades de hacía apenas 20 años. Todo eso había quedado atrás, al parecer la gente de La Ciudad vivía feliz totalmente ajena a las batallas que nosotros librábamos a diario contra la oscuridad, desde luego se respiraba un ambiente distinto al de La Torre. Tuve que hacerme a un lado cuando un herrero levantaba el martillo para luego dejarlo caer con fuerza sobre el ardiente y maleable girometal.
Después de un agradable y enriquecedor paseo por las callejuelas de la ciudad llegamos a lo que parecía ser una plaza central, era enorme. Desde mi posición podía apreciar que era un espacio circular, y se veían calles empezar en todas direcciones. No me costó comprender que aquello era el centro de la última ciudad humana sobre la Tierra, y como tal quedaba justificada todo su esplendor.
Debía de notarse mi cara de asombro, porque sorprendí a Aspai mirándome y riéndose.
-Vaya jefe, parece que sea la primera vez que ves El Eje. - dijo Aspai con una sonrisa.
-Venga ya! como no lo iba a haber visto! - mentí tan mal que me delaté totalmente, mi espectro soltó una carcajada.
-Ven, te lo enseñaré. - dijo Aspai indicándome con un movimiento de brazo.
Quise preguntar el que me quería enseñar, pero comenzó a andar rápido y me dejo con la palabra en la boca. La seguí, ambos caminábamos veloces entre el ajetreo de la plaza sorteando mantas llenas de artículos y escaparates de ropa y comida.
Después de unos incómodos 5 minutos llegamos al centro de la plaza, junto a un enorme monumento que recordaba a una punta de flecha enorme. Rápidamente relacioné las flechas con la Edad de Oro, algo antiguo, e intenté entender que representaba aquella punta.
-Esta es la gran coordenada.- dijo mi espectro que me había notado pensativo.
-¿La gran coordenada?.- pregunté, y de pronto caí en la cuenta.
No era una enorme punta de flecha, sino que era ese triangulo que usábamos nosotros en los mapas de navegación para marcar el destino.
-La gran coordenada marca el epicentro de nuestra civilización, es un monumento construido justo bajo el centro de El Viajero, y por eso lo llamamos El Eje. - me explicó el espectro de Aspai.
Al decirme eso no pude evitar mirar hacia arriba, y comprendí porque la gente de La Ciudad vivía tan feliz, y es que la inmensidad del Viajero transmitía seguridad, confianza, e incluso creo que llegue a sentir un refuerzo de energía. Pero al fijarme más, me di cuenta de que la base de aquella gran bola de energía estaba destrozada, de hecho parecía que un pedrusco fuera a caer en cualquier momento. Me imaginé impotente siendo aplastado por una gran masa del Viajero y tragué saliva ¿temerían a eso los ciudadanos?.
Aspai me dio un codazo y desperté de mi ensoñación, una vez más.
-Debemos de ir a hacer aquello a lo que hemos venido.
Asentí con la cabeza y empecé a seguirla de nuevo entre la multitud. Llegamos a una de las salidas de la plaza y nos adentramos en lo que parecía un callejón más oscuro que el resto.
Empezamos a pasar de largo gente tirada en el suelo y sentada apoyando la espalda sobre las paredes de la estrecha callejuela, perdí la cuenta de cuantas veces tuve que levantar las piernas para evitar pisar a alguien. Toda la vitalidad que me había impresionado antes ahora quedaba eclipsada por lo que parecía el sitio más deprimente y enfermo del mundo.
Quise preguntar a Aspai por el motivo pero como si me leyera la mente, ella empezó a hablar antes.
-No todo el mundo cree en la restauración, muchos piensan que jamás volveremos a ser la sombra de la Edad de Oro, aquellos que se resignan a un trágico final prefieren no tener nada, para que cuando caigamos a la oscuridad, no tengan nada que perder. Desde luego, sí, se lo que estás pensando, que aunque llegará nuestro final vale la pena vivir plenamente lo que nos queda, y así es como pienso yo. Pero no es tan sencillo, aquellos que no se mantienen activos y enérgicos son abandonados por el Viajero, que ha perdido mucho de su poder y prioriza a la gente que tiene ganas de vivir a la hora de repartir su energía.
-Pero eso es absurdo, el Viajero no puede elegir a quien repartir su energía, ya que solo se limita a soltar energía a su alrededor. - dije totalmente convencido.
-Te equivocas Kibuza. Solo tienes que mirarte en un espejo para darte cuenta de que tú no eres como los demás, tú has sido bendecido con más energía que la mayoría por tener ciertas cualidades que resultan importantes para el resurgir de la humanidad. - me explico Aspai.
-Yo siempre he pensado que mi energía venía del espectro que me acompaña, que él es capaz de dotarme de Luz. - dije mientras observaba el brillo de mi espectro.
-Nosotros no te otorgamos energía, puesto que la necesitamos para desempeñar nuestras labores, el poder reside en ti, y si yo muriera, tu seguirías tan fuerte como siempre. - me dijo mi espectro.
De pronto me sentí estúpido por jamás haber mantenido esa conversación con mi espectro. Desde el día en que resucité me pareció obvio pensar que mi salvador era el que me daba mis poderes sobrehumanos, ya que me acompañaba a todas partes.
Durante el resto del trayecto caminé de forma automática y pensando en cual sería aquella cualidad propia que podría ser útil para el "resurgir de la humanidad". Desde luego no era mi atención, porque volví a sorprenderme a mi mismo embobado sin darme cuenta de que habíamos llegado a nuestro destino.
Era una puerta pequeña, de lo que parecía roble macizo y con un color negro brillante que parecía haber obtenido después de un exceso de barniz. Aspai se acercó y llamo a la puerta con cuatro golpes de nudillo y variando el tiempo entre un golpe y otro. Me pareció una melodía, debía ser un código.
Se oyeron pasos aproximándose al otro lado de la puerta, luego el sonido característico de un pestillo, y la puerta se abrió con un incesante chirrido.
Al otro lado de la puerta apareció la silueta de un hombre alto, llevaba una camiseta azul como las que había visto ya a algunos ciudadanos, pero sus pantalones y botas pertenecían al gremio de los cazadores, de pronto no pude evitar pensar lo parecidos que vestíamos todos.
Acurrucó sus ojos azabache para adaptarlos a la penumbra de la callejuela y nos inspeccionó de arriba a abajo.
-Buenos días Aspai, cuánto tiempo sin verte, ¿con quién vienes?.- preguntó con una voz extrañamente joven para su apariencia.
-Buenos días Kiro, venimos a pedirte que te unas a nosotros.[/spoiler]
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